"La meticulosidad conduce a menudo a la tiranía" (Rudolf Allers)



martes, 26 de enero de 2010

RECUERDOS DESDE TANZANIA

Soy de los que piensan que ojos que no ven corazón que no siente. Por eso, desde el momento en que mi mujer me dijo que tendría que pasar una larga temporada fuera, supe que poco a poco dejaría de quererla.
Yo estaba concentrado, intentando calcular cuanta leche puede absorber una magdalena. Ella se dio la vuelta con decisión, como una bailarina que se desliza por la barra de ejercicios (en este caso la encimera de la cocina) y escondió las manos tras la espalda.

- Tengo que irme lejos – dijo con gesto de esperar algo.
- Pues tengo el coche en el taller - Esa era la verdad.
- No me entiendes. Me voy Mario, lejos. Quiero decir que me marcho a otro país.
- ¿Por qué?.
- Trabajo. Me han destinado a otro país y no puedo decir que no - y bajó la vista al suelo. Pobre.
- ¿A dónde? ¿mucho tiempo? – Se me agolpaban las preguntas – ¿piensas llevarte la televisión?.
- Me voy a Nueva York.
- ¡Ah! ¡Ahora hay vuelos baratos!– quería que supiese que la cosa no era tan dramática, que podría venir a casa con cierta frecuencia.
- Perdona, me he confundido –rectificó elevando el tono de voz y dando un paso al frente – Me voy a Tanzania. Es que se parecen tanto…
- Ya, entiendo. ¿Dónde está eso? – No me sonaba de nada.
- En África. Y me voy por tiempo indefinido.

Desde ese momento supe que dejaría de quererla y me dio muchísima pena, sobre todo por ella. A la mañana se había ido con un par de maletas y lo puesto. Incluso se dejó el último número de su revista favorita, 'Cinco Continentes'. Estaba sobre la encimera de la cocina aquella mañana. Por primera vez la ojeé. Fotos de indígenas y pueblos nómadas. Todos pintados de rojo, de barro hasta las cejas. Maldita globalización. ¿Para que querrían esas gentes el rimel o el pintalabios?. ¿Eso era el progreso, que una comercial de cosméticos tuviese que ir a un país que no tiene ni equipo de fútbol a vender potingues?.

Por si acaso, conservé la suscripción hasta que dejaron de editar la revista. Hasta la ojeaba de vez en cuando por si aparecía algún reportaje sobre pueblos nómadas en Tanzania. Pero siempre se ha llevado más lo del cambio climático.

Nada más llegar me mandó una carta para pedirme perdón por irse tan rápido. Eso mantuvo algo vivo mi amor, pero fue la última carta que me pudo enviar. Ya lo decía en su misiva: "Aquí las comunicaciones son tercermundistas, así que no trates de localizarme. Te sería imposible. Ya lo haré yo". Tampoco quise llamar a su empresa para ver si sabían algo de ella. Nunca le gustó que la llamara al trabajo. Y su familia, bueno, tras la primera semana de noviazgo perdí el contacto.

Hoy he recibido una carta suya. Una bonita postal navideña. Tanzania está llena de rascacielos. Dice que está muy bien, que sigue sintiendo mucho haberse ido de esa manera, que me desea mucha felicidad, a mí y al mundo entero. Dios mío, ¡cuánta soledad debe de haber en medio de aquel lugar un 25 de diciembre!.

No hay remite y eso me alivia. ¿Cariño, se venden bien los lápices de contorno entre las tribus?. Ya no tengo nada de qué hablar. Cada día me fui alejando más de ella, de modo que la distancia que nos separa es mucho mayor de la que dista entre esta casa y Tanzania. Y en este momento, mientras las luces del árbol parpadean, deseo que no vuelva. Cómo le voy a explicar que tras todos estos años su lado de la cama lo ocupa Ángela, que Adrián es muy bueno en Lengua y me ayuda a hacer las sopas de letras y que Laura quiere ser cantante, como Shakira.

No dejaré que ocurra lo mismo con Ángela. Por eso, para empezar, le he comprado un móvil. Así me podrá localizar cuando quiera y podrá llamarme cada hora. Para que vea que me preocupo por ella, que nuestras distancias apenas existen, para que pueda seguir queriéndola para siempre. No nos separaremos nunca. Eso sí, me ha dicho que estará fuera unos días, porque va a ir con los niños a ver a sus padres por esto de las navidades. Yo no voy porque perdí el contacto con ellos al poco de empezar a salir juntos.

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