"La meticulosidad conduce a menudo a la tiranía" (Rudolf Allers)



sábado, 22 de mayo de 2010

6.20 DE LA MAÑANA

En medio de la noche cerrada puedo ver el intermitente derecho del taxi reflejado en los cristales del coche de al lado. Todo el mundo espera a que el semáforo se ponga en verde. La gente se impacienta después de horas y horas derrochadas en los bares. Son las 6.10 de la mañana de un sábado que ya he vivido antes y en la radio suena una canción de los Black Eyed Peas. Estoy lejos de casa, así que puedo reconocer que esa canción me gusta.

El taxista saca medio brazo por la ventanilla aunque está lloviendo, mientras yo me acuerdo de muchas chicas a las que no me he atrevido a acercarme. Cada noche es igual. No se sus nombres, pero los imagino: Laura, Marta, Sandra. Creo que esta vez se llamaba Natasha.

Sólo quiero despertarme y que al girar la cara alguien me mire a los ojos, me de los buenos días y me quiera lo suficiente como para invitarme a desayunar con las ganas de hacerlo mañana también.

Y escucho a los Black Eyed Peas. El taxista maldice al coche de delante, ajeno a lo que de verdad importa. Tengo la sensación de que se siente solo y de que nadie le ha cogido jamás la mano para decirle que mañana, en la resaca, seguirá con él.

Pero ahí fuera llueve y los intermitentes se reflejan. Son las 6.20. Un sábado más. Dormiremos hasta que se haya hecho domingo. El sol sólo sale para los que lo comparten, para el resto sólo hay nubes. Son pensamientos que se me vienen encima. Rompo el silencio y le digo al taxista: "Sabe usted, lo único que de verdad importa es el amor". Luego seguimos nuestro camino por las calles de Varsovia.

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